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El
sol ama los ojos azules
Satie,
un pianista, con su música enseñó un camino desconocido para otros
compositores: el camino de la sencillez. A veces sus corredores nos
parecen complejos, poblados de laberintos que nos pierden, pero
sucede al contrario, son laberintos que nos encuentran. Ocurre, pues,
igual que la música, su presencia en este paisaje. Es decir, es
usted el camino de la sencillez, porque se abre todo un
paréntesis donde su imagen es ya una posibilidad de encuentro que
pasa por sus manos y moldea a una sencillez inmediata. Hoy, Señorita,
8 de marzo aprovecho –como pretexto de la fecha y todo su
despliegue- para hablarle, mientras junto todas las piezas de mi
corazón para que solo sienta una, donde se recoge todo lo que soy.
Cierta vez, después de días de diálogos, irrepetiblemente llegó
hasta mí una imagen que conservo con especial cariño: la imagen de
una mujer que ha pasado por la vida. Ese día concebí un poco todos
los universos paralelos que giraban a su alrededor. Enseña usted,
sin fingir, el papel real de la mujer dentro de la sociedad, es
decir, construye, destruye, observa, es libre y posee un pensamiento
que transciende y revela la costumbre de pensar. Tiene usted el
hábito de ser arte, porque entrega de su sangre para que la vida
florezca. Y guarda en sus manos todas las fábulas hechas sueños.
Tiene
la capacidad de inventar instantes donde la felicidad, cada día tan
lejana, vuelva a nosotros, siempre cargada de nuevo elementos, porque
usted no se repite, ni se repiten los instantes, semejan aquellos
personajes de Lispector, donde cada día son diferentes, pero que
conservan la esencia de siempre. Me resulta asombroso, ante
todo, la pasión que entrega a las acciones sencillas, esa pasión
invisible, pero que se siente tan vigorosa como una música que brota
de adentro, apenas vibra en nosotros. Hoy, al igual que los
días que se van acercando, expreso mi estimación por el mundo que a
construido, tan suyo, tan genuino y
que su ritmo continué, cada vez más intenso como su vida.
Que
todos los días la luz envuelva sus historias y tenga la posibilidad
de narrarlas, con todos los colores que guardan su mirada.
Con
muchísimo aprecio,
A.
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