domingo, 19 de marzo de 2017

Sueños de sueños



El río ha traído un cadáver a las playas negras. (Noviembre, cuando los mangos estallan de luz.) Un arenero llega con la cabeza agarrada de un mechón de cabello. Gentes de todo el pueblo llegan a las playas, con la mano en la boca intentan reconocer el rostro. Otro arenero llega con una pierna desgarrada, la levanta: el miembro con la cicatriz de las aguas. Al cadáver le falta la mano derecha y su carne hinchada brilla. Flotando, el cauce, las piedras curtieron la piel. Ubican la cabeza y la pierna cerca del tronco, lo reconstruyen. De cuando en cuando, espantan con ramas de guayabo las moscas. Y los niños, desde la orilla, simulan arrogar piedras para desterrar los gallinazos. Nadie reconoce el finado. Inclinados al vacío, como quien sueña el mismo muerto todas las noches, un ajeno llanto nos lava el rostro.

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